Durante el año 2005 y gran parte del 2006 tuve la oportunidad de asesorar a la hoy extinta Dirección General de Salud Pública, Alimentación y Consumo de la Comunidad de Madrid en el diseño de un Manual de Gestión de Crisis en Salud Pública. Eran años en los que se había instalado una corriente ideológica en la Consejería de Sanidad liderada por Lamela, que priorizaba la opinión de los expertos de la Dirección y el Instituto de Salud Pública, anteponiendo siempre criterios técnicos a aquellos más políticos, que en los últimos años de legionelas, vacas locas y meningitis, habían traído demasiados quebraderos de cabeza a los gobiernos del PP.
Recuerdo que el clamor era bastante generalizado: por fin los expertos epidemiólogos, de seguridad alimentaria y consumo, veían sus esfuerzos recompensados a través de un manual de gestión de crisis, donde los criterios dominantes serían los técnicos, que por otro lado, como algunos de ellos evidenciaban, deberían haber sido siempre los predominantes cuando hablamos de epidemias y pandemias, que de política, lo que se dice de política, entienden bien poco.
Y he de decir, que así fue. Fueron los criterios técnicos los que imperaron. El Servicio de Alertas en Salud Publica garantizaba que estos criterios se cumplían, mientras mi función como asesor especialista eraconfigurar una estructura lógica para el documento, a la vez que debía traducir el lenguaje técnico a un idioma más amable para medios de comunicación y sociedad civil.
Puedo decir que ha sido de las tareas más exigentes a las que me he enfrentado y el resultado fue un procedimiento del cual nos sentimos muy orgullosos todos aquellos que participamos. Aquel Manual de Gestión de Salud Pública fue presentado con honores en sociedad por el Consejero, ante el aplauso general de los técnicos de la Dirección y el Instituto, miembros del Ministerio de Sanidad y expertos del Centro Nacional de Epidemiología, dependiente entonces del Instituto Carlos III.
Con la sensación del deber bien cumplido, me despedí de los que durante casi 2 años habían sido mis compañeros y me tomé en un bar de la Calle Aduana una cerveza bien fría para celebrarlo.
Sin embargo, el día 11 de abril de 2008 una noticia en diario El País me sobrecogió. El titular sentenciaba:“Sanidad desmantela la Dirección General de Salud Pública”.
La Consejería de Sanidad había aprobado mediante un decreto desmantelar la configuración administrativa de Salud Pública de la Consejería de Sanidad. Mi sorpresa vino acompañada de alarma cuando trabajadores de la Dirección General de Salud Pública, aquellos que habían puesto su esfuerzo y criterio técnico en el procedimiento, consideraban el decreto “un grave error por las negativas consecuencias que tendrá para la salud de la población. La nueva estructura es un paso atrás en la experiencia organizativa y profesional acumulada en las últimas tres décadas” (El País, 11 de abril de 2008).
Como experto en gestión de crisis, me he topado con muchas incoherencias organizativas, pero de todas ellas sin duda esta fue la que más me sorprendió. Es cierto que cuando los gobiernos se alternan, normalmente todo lo anterior queda aniquilado: equipos, procedimientos, políticas, proyectos y leyes. Pero en este caso esta teoría no tenía fundamento…no habíamos cambiado de gobierno. Quién entonces decide en un periodo de tres años que hemos de pasar de darle el criterio de la gestión de crisis a expertos científicos, a directamente eliminar la institución… Quién en su sano juicio permite que se diseñe un procedimiento de actuación ante situaciones de crisis, que se instale mediante sesiones de formación, para años después eliminar a los que recibieron la formación y sabían como utilizar el procedimiento. Cuestiones asociadas a los malditos recortes, supuse.
Y todas esas dudas las disipé el martes viendo a la Ministra Ana Mato auto protegerse con expertos de todo tipo y nivel, para no contestar ni a una sola pregunta y marcharse de puntillas de una rueda de prensa que no aclaró nada. Es cierto que daban la cara de nuevo expertos, pero parecían muñecos manipulados por la ventrílocua Mato, que conforme veía que las preguntas se endurecían, comenzó a susurrar a unos y a otros hasta llegar al susurro final, que no fue otro que la orden de levantarse en bloque e irse, ante la sorpresa de los periodistas allí presentes, acostumbrados ya a este tipo de desplantes. Poco recomendable por cierto en la comunicación de situaciones de crisis. Empieza a adquirir costumbres de su jefe.
Y no dudo de la profesionalidad de los expertos, muchos y muy buenos, que en materia de salud pública tenemos en nuestro país y que estarán actuando eficazmente, velando por nuestra seguridad. Y tampoco critico los procedimientos, por ética profesional y porque me sentí orgulloso del trabajo que allí realizamos todos. Sospecho que se ha re-instalado el criterio político. Ningún experto en Salud Pública de los que entonces conocí, hubiese malgastado un euro de presupuesto del Ministerio de Sanidad en traer a dos personas infectadas de ébola. Y lo siento por las familias de ambos, pero una máxima en salud pública es velar por la salud del colectivo, a costa, desafortunadamente, del individuo. Un médico de cabecera piensa en la persona, un experto en salud pública piensa en el colectivo. Es duro, lo sé, pero es el procedimiento a seguir. Y si la intención era solidarizarse con dos ciudadanos españoles enfermos en el extranjero, quizás, y siempre en mi humilde opinión, hubiese sido más aconsejable enviarles la ayuda médica necesaria al foco de la infección y no traer la infección a territorio Europeo, asumiendo un riesgo para el colectivo y poniendo a España bajo la atenta mirada del mundo entero.
Mucho me temo que en este caso se ha impuesto el criterio político, como ya ocurriera en el año 2008 con la extinción de la Dirección General de Salud Pública de la CCAA de Madrid.
De aquellos lodos, vinieron estos ébolas.
FUENTE: Top Comunicación.